jueves, 25 de febrero de 2016

La aceituna presumida

Había una vez en un olivar de Andalucía, un olivo que del resto de los árboles destacaba.

No era el más grande, ni tampoco el más pequeño, pero sí era, de todos ellos, el más cargado de aceitunas.

Las aceitunas, con el paso del tiempo, el agua y la luz del sol fueron creciendo y madurando.

Pero una de las aceitunas fue creciendo y engordando más que el resto de sus compañeros del olivo.

Viéndose ella de ese tamaño, empezó a sentirse mejor que los demás.

Mirando a las de su alrededor les decía:
-Véis que brillo más especial tiene mi piel. Se ve que debe ser de mejor calidad que la vuestra.
-Sin miedo a equivocarme, seguro que soy la aceituna más lustrosa de todo el olivar.

Día tras día presumía diciendo:
-Veréis cómo dejaré asombrados a los aceituneros, cuando vengan a recogernos para llevarnos a la almazara.
-Mi aceite segurísimo que será para alimentar a reyes y principes.

Y así continuaba engordando su vanidad, tanto o más que su rollizo cuerpo.

Un pájaro que pasaba por encima del olivo, con los rayos del sol, vio brillar de una forma especial una aceituna que sobresalía de todas las demás, y sin pensarlo dos veces se lanzó a por ella, picoteándola hasta dejarla en el mismísimo hueso.


MORALEJA: La aceituna, destrozados sus sueños de grandeza, vio por culpa de un pájaro que, "de su brillo y hermosura", su barriga llenó.

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