miércoles, 29 de marzo de 2017

UN POLIZÓN EN LA MALETA

Todo empezó un sábado. Kerstin estaba sentada en su cama observando su habitación, aún no sabía por dónde empezar.... ¿Por los calcetines que estaban debajo de la cama? ¿Por la camiseta que estaba colgada de la lámpara? O....¿Por las rodajas de naranja que había encima del radiador? Tener que recoger su habitación era una lata, así que decidió tumbarse en la cama, pensando en los patines nuevos que le habían regalado a Jutta, su mejor amiga.


 De repente oyó cómo alguien subía las escaleras. Se trataba de su abuela, que venía un poco más agobiada de lo normal. Fueron al salón. Su abuela y su madre empezaron a hablar. Resulta que todas las semanas, su abuela participaba en un concurso y esta vez había ganado. Todos tenían curiosidad por saber qué era el premio. La abuela les contó que era un crucero por el Caribe.

 Durante los días siguientes, Kerstin no pudo parar de pensar en otra cosa que no fuese el crucero ¡Cómo le gustaría ir! Pero en vez de eso, como todos los años, le esperaban unas aburridísimas vacaciones en el mar Báltico. Con su prima persiguiéndola para hacer esos rompecabezas de mil piezas, que tanto le gustan. Ella siempre se pasa el día siguiéndola para que hagan rompecabezas juntas, y no entiende que hay muchas otras cosas interesantes que hacer.

El penúltimo día de colegio, Kerstin y Jutta fueron a dar un paseo por el centro comercial. A pesar de que acababan de comerse un enorme helado, se sentían extremadamente deprimidas. El motivo era que ya solo faltaban tres días para que Jutta se fuera a las Malvinas y Kerstin se fuera durante cuatro semanas al mar Báltico. Durante esas semanas interminables no se podrían ver, y eso era horrible ya que ellas eran totalmente inseparables.

 Hablaron durante un buen rato de sus vacaciones, y Jutta, bromeando, le propuso a Kerstin que si tanto quería ir de crucero, se metiera de polizón en la maleta. Kerstin al momento le dio las gracias a Jutta. Había tenido una idea genial. Solo tenía que hacer que su abuela comprara una maleta lo suficientemente grande  y salir de ella cuando el barco ya estuviera lo más lejos posible de la costa. Jutta, alucinada, no se atrevía ni a interrumpir. De repente, Kerstin la cogió del brazo y la llevó hasta unos almacenes donde vendían maletas. Al final encontraron una enorme y consiguieron que su abuela la comprara.

Tres días después, solo faltaban unas horas para que saliese el crucero. Kerstin se encontraba en el armario de su abuela. Había conseguido colarse en su casa y esconderse allí. Esperó a que la maleta estuviera sola, la vació y se metió. Su abuela recogió la maleta y la metió en el maletero del coche. Su madre, que iba conduciendo, pegó unos cuantos frenazos durante el viaje, pero al final llegaron. Todo marchaba bien. Ya estaban dentro del crucero y solo faltaba que nadie abriera la maleta hasta el momento exacto. Pero, de repente, se oyó el click de la maleta y.......... Y la abuela.............Pero.........

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