Érase una vez un niño de diez años llamado Pablo. Estaba cenando con su familia viendo la tele.
Pablo ya estaba en el salón solo con su hermano y sus cuatro primos viendo la tele. Esa noche era cuando los Reyes Magos venían a traerle los regalos que había pedido. Pablo, sus primos y su hermano se quedaron solos en el salón viendo la tele. Después de veinte minutos, sus primos y su hermano se fueron a dormir.
Pablo se quedó en el salón viendo la tele. No se quería quedar dormido porque quería ver a los Reyes Magos. Pablo estaba nervioso y entusiasmado por si le traían las cosas que había pedido para él. Se pidió: un juego de cartas, uno de mesa, y, un peluche, (a pesar de que ya tiene ocho, le encantan los peluches).
Pablo se estaba quedando medio dormido en el salón con la tele encendida. Al cabo de un rato, él ya se quedó dormido completamente. Uno de los primos iba al baño y vio a Pablo dormido y con la tele encendida. Cogió un cubo de agua, lo llenó y se lo echó en la cabeza para que se despertase y se fuese a dormir a su cuarto.
Pablo se despertó y se fue a dormir a su cuarto. Por la mañana, sus primos y su hermano se despertaron antes que él. Cuando Pablo se despertó, lo primero que hizo fue ver los regalos y abrirlos. Los abrió y le trajeron lo que les pidió.
Y al final Pablo se quedó muy feliz.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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