
A veces se distraía buscando tesoros y se le olvidaba alimentar a sus propias crías. Todas las demás aves la criticaban y la dejaban de lado. Decían que al final no iban a caber ni ella ni sus crías en el nido. A lo mejor se entretenía en buscar cosas porque las demás aves no querían saber nada de ella.
Un día, un viejo profesor que se dedicaba a estudiar el comportamiento de las aves, recogió a una pequeña urraca herida y la llevó a su casa. Cuando llegaron él la curó. Hasta le construyó su propio nido. La urraca se acostumbró a dormir en el nido, que se encontraba en el desván junto a una ventana desde la que se veía el campo.
Ésta salía y entraba cuando quería. El profesor se encargaba de cuidarla y de que nunca la faltara de nada. Se habían hecho amigos. Además, la urraca dejaba que la cogiera y acariciara. Pasó un tiempo, pero lo más raro era que aquella urraca no demostraba ningún interés por encontrar cosas brillantes. El profesor dejaba a posta pequeños plásticos brillantes cerca del nido, pero ella no le prestaba ni caso.
El profesor trajo un "urraco" porque pensaba que la urraca necesitaba compañía y entonces..... Y como el profesor sentía tanta curiosidad, escribió un libro sobre "la urraca que había dejado de buscar tesoros". Entonces, a todos los científicos y sabios de todo el mundo les pareció tan extraña que viajaron a casa del profesor para..... pero la urraca.....
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