Aquella noche, aprovechando que el gato andaba por los tejados, los ratones habían convocado una asamblea. Estaban decididos a tratar el asunto del gato y a resolverlo de una vez. No pasaba un día sin que algún compañero suyo cayera en sus garras.

Así los ratones no podían comer, ni tampoco salir de su agujero. Todos ellos vivían aterrorizados.
-Yo creo que deberíamos contar con algo que nos avise a tiempo, cada vez que el gato llegue- dijo el más anciano de los ratones.
A todos ellos les pareció una buenísima idea.
-Entonces- continuó el más sabio de los ratones- ¿Qué os parece si le ponemos un cascabel al gato?
Esa era la mejor solución. Así, cuando oyeran el sonido se esconderían en su madriguera.
-Y el gato dejará de cazar ratones-
-Y podremos comer tranquilos-
-Y además podremos salir a pasear-
Así fueron hablando uno tras otro. Finalmente le tocó de nuevo hablar al más sabio de los ratones, que preguntó:
-Bueno, ¿Y quién le pone el cascabel al gato....?
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