Aquella noche, aprovechando que el gato andaba por los tejados, los ratones habían convocado una asamblea. Estaban decididos a tratar el asunto del gato y a resolverlo de una vez. No pasaba un día sin que algún compañero suyo cayera en sus garras.
-¡Esto no puede continuar así! ¡Tenemos que hacer algo!- dijo un joven ratón, famoso por sus discursos.
Así los ratones no podían comer, ni tampoco salir de su agujero. Todos ellos vivían aterrorizados.
-Yo creo que deberíamos contar con algo que nos avise a tiempo, cada vez que el gato llegue- dijo el más anciano de los ratones.
A todos ellos les pareció una buenísima idea.
-Entonces- continuó el más sabio de los ratones- ¿Qué os parece si le ponemos un cascabel al gato?
Esa era la mejor solución. Así, cuando oyeran el sonido se esconderían en su madriguera.
-Y el gato dejará de cazar ratones-
-Y podremos comer tranquilos-
-Y además podremos salir a pasear-
Así fueron hablando uno tras otro. Finalmente le tocó de nuevo hablar al más sabio de los ratones, que preguntó:
-Bueno, ¿Y quién le pone el cascabel al gato....?
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