El cascanueces era simpático, listo, agradable, paciente, le gustaba leer, se divertía y jugaba con sus amigos. Nuestro cascanueces era bajito, y regordete. Tenía el pelo largo y rondaba los 20 años.
Un día, paseando por el bosque, pisó sin querer una trampa para osos y se cayó en un pozo muy hondo, tan hondo que no se veía la luz de aquel reluciente sol.
Su hada madrina, que se llamaba Sabrina, por ser tan amable, le dijo el secreto del pozo. Era que si se apoyaba en la piedra más pequeña de todas, se abría un puente levadizo y le llevaría al bosque de nuevo, pero tenía que pasar por unos cocodrilos muy hambrientos. Nunca nadie lo había pasado.
Al final pudo superar a esos cocodrilos tan hambrientos, aunque algún arañazo y mordisco sí le dieron, pero................, no pasa nada.
Nunca más estaría en las nubes.
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